LA DESPEINADA

Milán, 27 de abril de 1500, Leonardo despierta creyendo que, en ese instante, se había quedado dormido.
Como en otras ocasiones, le entusiasmó la idea de ser consciente de que estaba soñando y sintió como si estuviera en una nube, donde nadie le veía ni oía.
Oye el leve tic tac del reloj de mesa que construyó hace unas semanas. Abre los ojos y se encuentra en su estudio, con un lienzo empezado en su frente…
Se levanta, se lava la cara, y decide irse para la calle.
Mientras camina va pensando en el sueño que acababa de tener, intenta recordarlo con todo detalle. Se detiene y empieza a recordarlo con claridad, recuerda una sombra oscura, la cual le evoca a una silueta femenina. La sombra cada vez es más pequeña, se aleja, Leonardo intenta atraparla dentro de su sueño, la persigue, pero de repente la sombra se para en seco, Leonardo afloja su paso mientras se va deteniendo. La mira con intriga, forzando sus ojos, pero un rayo de claridad le viene a la vista, lo ve todo blanco y en el momento que parpadea vuelve a la calle donde salió esa mañana a pasear. Se ve frustrado por no haber descubierto quién era esa sombra, esa silueta, esa mujer.
 Decide volver para el taller ya que se estaba haciendo tarde. Cuando llega se encuentra con que no había ido a hacer los recados que necesitaba para el cuadro que tenía en proceso, enfadado y cansado se va a dormir.
En un momento de la noche retorna la sombra, la misma silueta de mujer que vio en el anterior sueño. Insiste a perseguirla y en un instante la sombra se vuelve a parar, Leonardo se acerca a ella intentando desenmascararla, pone una mano delante para intentar atraparla, pero de repente la sombra desaparece, impactado empieza a mirar por todos lados pero no la encuentra y en un momento la sombra vuelve aparecer, pero muy cerca de él, Leonardo procura fijarse bien en su silueta y en los rasgos que más se podían apreciar en su cara, ya que le interesaba mucho su oscura faz. La mujer se podía ver como estaba en actitud cohibida, piernas muy juntas, brazos recogidos, cabeza baja y ladeada, con el cuello triangular, cerrado, en una asimetría perceptiva muy interesante, pero en lo que más se fija es que va algo despeinada, y de repente vuelve el rayo de luz clara. Leonardo se despierta, se levanta corriendo, coje tierra oscura, ámbar verdoso, pintura y una tabla, empieza a retratar a la misteriosa mujer de sus sueños.
Él se centra en su rostro, en su cara, la que no podía haber visto con detalles, así que la dibuja como él se imaginaba que sería acorde lo que había visto. Le hace unos grandes ojos, pero esos ojos miraban para otra parte, una nariz puntiaguda y una pequeña boca.
Como lo que más le había llamado la atención de ella fue el alboroto de cabello, la dibujó algo despeinada. Leonardo sentía que ella alzaría en cualquier momento la cabeza y clavaría sus ojos en los suyos, no podía pensar en resistirse en cómo sería la penetrante mirada femenina, que sin usar palabras hablaba, que sin mover la boca gritaba, que sin ver los brazos notaba como si le abrazara, que sin sentir su corazón latía a mil por hora.
Ella era la mujer de sus sueños, ella era una cabeza de una muchacha que no había tenido la ocasión de verla, pero ella era su cabeza femenina, o como él la llamó, su Scapigliata.
 

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